30 de abril de 2012

Crítica de cine: The Pelayos, de Eduard Cortés

Pues se puede resumir en una frase: Ocean's Eleven a la española. ¿Mejora esta versión la versión de La cuadrilla de los once? A ratos. Al menos Vicente Romero no saca cojones a cascoporro, que podría haberlo hecho y que suele ser lo habitual en este actor últimamente en sus interpretaciones. Y como la cosa va de once, vamos allá.

Primer y fundamental problema: poner a Daniel Brühl de director de esta peculiar banda de desbancadores (legales) de casinos: no me creo su personaje y menos aún un su actuación (de pronto he tenido que apareciera con una cerveza en la mano diciendo mon amour). Segundo problema: ¿por qué Lluís Homar, como el patriarca del clan (¿por qué lo llaman así, por cierto?) no tiene mayor protagonismo?; porque es el inventor del método y al espectador le queda la curiosidad de por qué no se ha profundizado en las diversas vidas de Gonzalo García-Pelayo. Tercer problema: Miguel Ángel Silvestre se nota que se lo ha pasado en grande rodando esta película, y el espectador disfruta con su vis cómica, ¿pero su personaje no tenía más enjundia? Cuarto problema: ¿no se le va la mano a Eduard Cortés con el entusiasmo en ocasiones adolescente de la trama? Quinto problema: ¿por qué seguimos abusando de las escenas de cama si no vienen muy a cuento? Sexto problema: ¿por qué Oriol Vila lleva esas gafas tan horrorosas? Séptimo problema: el guión daba para más, ¿o es una sensación mía? Octavo problema: ¿por qué Eduard Fernández sólo muestra una cara en esta película?; me ha recordado al Sweeney Todd de Johny Depp. Noveno problema: ¿por qué la hija menor cambia tan radicalmente de opinión en el tramo final? Décimo problema: ¿de dónde han sacado a la china?

Undécimo problema, que no es tal: ¿por qué, a pesar de todo, la película me ha entretenido tanto? ¿Tan bajas eran mis expectativas? ¿O quizá he conectado con la trama, a pesar de sus deficiencias? Y eso que tenía a mi lado en la fila del cine a cuatro treintañeras que parecían adolescentes...

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