20 de agosto de 2012

Boss: Shakespeare se pasea por Chicago


El pasado viernes se estrenó la segunda temporada de Boss (Starz) en Estados Unidos y, aunque se trata de una serie digamos corta (ocho episodios en la primera tanda), ya ha entrado en lo que podría ser el canon personal de ficción televisiva de calidad. La primera temporada se estrenó a finales de octubre de 2011 y llegó a tiempo para las nominaciones de los Globos de Oro, compitiendo, en cuanto a serie política, con Homeland, que finalmente se llevó el premio a mejor serie dramática; a cambio, Kelsey Grammer se alzó con el Globo de Oro al mejor actor de serie dramática... premio más que merecido. Inexplicablemente, Boss no ha entrado en las nominaciones para los Premios Emmy 2012 que se entregan el septiembre. Y digo inexplicablemente porque la serie, por su calidad, bien merecía estar en la carrera, aunque todas las apuestas estén con Homeland, que estoy convencido que ganará (rompiendo el dominio de Mad Men de 2007 a 2010); además, si se achaca a falta de memoria por parte de los que nominan, esta serie y Homeland son prácticamente coetáneas, y bien que la ficción de Howard Gordon y Alex Gansa ha recibido multitud de candidaturas. 

Creada por Farhad Safinia, joven guionista y productor estadounidense de origen iraní (suyo es el guión de Apocalypto, escrito a cuatro manos con Mel Gibson), esta serie acerca al espectador a una ciudad, Chicago, y a un alcalde, Tom Kane (Kelsey Grammer), a quien se le diagnostica (en secreto) una enfermedad neuronal degenerativa. Empezamos pues, con un rey moribundo; parafraseando el discurso final de Jim Garrison (Kevin Costner) en JFK (Oliver Stone, 1991), que citaba a Tennyson, "la autoridad olvida a un rey moribundo". En el caso de Kane, nadie debe enterarse de que el alcalde de Chicago, ostentando con puño de hierro un poder prácticamente omnímodo en todo el estado de Illinois, se muere. Porque entonces la figura del rey, como Lear, se hundiría y sus herederos, que no son pocos, atacarían con sus garras para hacerse con su legado. Nadie, pues, conoce la enfermedad que padece Kane: ni su equipo de asesores más íntimo, formado por Ezra Stone (Martin Donovan) y Kitty O'Neill (Kathleen Robertson), ni su propia familia, empezando por su esposa Meredith (Connie Nielsen). Y, desde luego, mucho menos sus rivales en el consejo municipal, que no son pocos, o el gobernador del estado, McCall Cullen (Francis Guinan), que se presenta a la reelección y confía en contar con el apoyo de Kane.

La serie, pues, se presenta con la carta de entrada de un alcalde que sabe que en pocos años, no demasiados, sus facultades mentales irán degenerando y su reinado tocará a su fin. Pero Kane se niega a aceptar un destino ineludible (también para la propia serie, pues la enfermedad del protagonista marca el ritmo de producción, que no puede alargarse con excesivas temporadas). Ya los títulos de crédito, con una canción de Robert Plant ("Satan Your Kingdom Must Come Down"), marcan la tónica de la serie: escenarios reales de Chicago, sobre los que se superponen unos dibujos, dejando entrever que estamos en una ciudad de contrastes, un lugar idóneo para la lucha, el combate, la batalla. Porque habrá batalla, independientemente (o a causa de, dependiendo del punto de vista) entre Kane y sus acólitos, aliados y enemigos. Empezando por la campaña a gobernador de Illinois: Kane aparenta apoyar a Cullen, pero en realidad pretende evitar su reelección, presentando a las primarias del partido a otro candidato, el joven, ambicioso y prácticamente desconocido Ben Zajac (Jeff Hephner), tesorero estatal. Kane tutela y controla a Zajac, como si fuera su marioneta particular, desconociendo que éste trata de volar solo; desconoce también que estas ambiciones de Zajac pueden ir a más cuando estalla un escándalo político: en la época en que Kane era un joven concejal, impulsó obras en un distrito de la ciudad, para ampliar el aeropuerto de Chicago, que acabaron afectando al terreno y desarrollando cáncer entre los habitantes (niños, especialmente) en dicho distrito. 

Por otro lado, Kane debe lidiar con las diversas comunidades étnicas de Chicago y, especialmente, con un tráfico de influencias que puede desbordarse. Las comunidades negra y latina tienen representantes en el Consejo Municipal, y Kane mueve los hilos para tenerlos bien controlados: ya sea el concejal Ross del distrito sur, líder de la comunidad negra, ya sea el concejal Mata del distrito latino. Ambos tienen sus intereses económicos, especialmente Mata, relacionado con Moco Ruiz, que dirige una empresa constructora que trabaja en la ampliación del aeropuerto y disfrutando de una contrata municipal. Acostumbrado a ser obedecido (y a castigar brutalmente cualquier veleidad autónoma, como pronto aprenderá Moco Ruiz), todo empieza a complicarse para Kane cuando comienza a desarrollar los síntomas de su enfermedad (alucionaciones) y a mostrar un comportamiento inaudito. El escándalo político por las obras del aeropuerto y el cáncer desarrollado por algunos niños pasarán a pasarle factura. Añadamos a eso el acoso de la prensa, empezando por un periodista local, Sam Miller (Troy Garity) y los intentos de Kane por acercarse a su hija Emma (Hannah Ware), que trabaja en una clínica con escasos medios y que le suministrará medicamentos, para que el mundo personal, el reino de este particular alcalde Kane, comience a derrumbarse...

La serie de Safinia nos presenta un escenario de ambiciones, luchas políticas, escándalos y sicarios que actúan por orden del alcalde e intimidan a aliados y enemigos por igual. Kane controla los hilos, a priori, pero a medida que su enfermedad se desarrolla, el control que férreamente ejercía tiende a diluirse. Su matrimonio es la base de su poder: alcanzó la alcaldía tras casarse con la hija del anterior alcalde (que ahora sufre demencia senil) y trabajar desde joven en diversos cargos en la administración local. Su fuerza, pues, se basa en la familia, en una imagen aparentemente de éxito, pero que esconde una relación distante con su esposa y, especialmente, con una hija con un pasado de excesos con las drogas; enfermo ahora, Kane trata de acercarse y de recuperar la relación con Emma, la única a la que confesará su estado de salud. ¿Es sincero Kane con Emma? ¿Realmente busca la reconciliación y la reunión familiar? Una decisión de Kane, en su momento más bajo como alcalde, nos obliga a nosotros, espectadores, a preguntarnos qué hay de sincero, de cierto, en los intentos de Kane por volver a ser el padre de Emma, como antaño.

La serie no se centra solamente en Kane, su alcaldía y su familia, sino en tramas como la carrera política de Zajac, su ambición desmedida, su relación sexual peligrosa con Kitty (siendo Starz la cadena que emite esta ficción serial no hay cortapisas a escenas subiditas de tono); en la relación de Emma con un narcotraficante local, Darius; en los tejemanejes de empresarios y políticos como Moco Ruiz y los concejales Mata y Ross (éste último rivalizando abiertamente con Kane por el control del Consejo Municipal); en Meredith, la esposa del alcalde, con su propia agenda política (torpedeada por su esposo en función de las circunstancias del momento) y sus propias ambiciones (¿juega en la misma liga que Kane?); en la relación que Kane mantiene con Debra, la cuidadora del padre de Meredith, a quien el alcalde visita a menudo (¿en busca de un consejo que es imposible que reciba?); etc. Hay muchas aristas en apenas ocho episodios de la primera temporada (y lo que ya está llegando con el primero de la segunda), muchos giros en las tramas, mucho color negro en todo lo que rodea al día a día de la alcaldía de Chicago. La política local, que en un país como Estados Unidos, tiene una enorme importancia e incidencia en la ciudadanía, se muestra de un modo descarnado, cruel, en el que los aliados son inconstantes y los enemigos esperan cualquier traspiés para atacar; y tratándose de un alcalde que muestra señales de debilidad, con mayor motivo.

El final de la primera temporada huele y sabe a drama shakesperiano en estado puro. La secuencia final, no por efecticista deja de tener una enorme fuerza visual. Todo el episodio final de esa tanda, de hecho, tiene ribetes trágicos, con los principales personajes (Kane, Ezra, Meredith, Emma, Zajac) obligados o impulsados por sus propios instintos a un paso hacia adelante que puede conllevar (y de hecho lo hace) consecuencias determinantes para su propia existencia. El referente del rey Lear sobrevuela la pequeña pantalla, pero también Macbeth (especialmente Lady Macbeth) o los Enriques de la Tetralogía Mayor de Shakespeare, la particular Henriad que este verano hemos podido ver en la adaptación de la BBC, The Hollow Crown. Ambición y tragedia, al más puro estilo Shakespeare...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola,

evidentment, cal destacar el paper del protagonista perquè aconseguir fer creible el canvi de registre per a algú tan identificat amb "Fraser" no és senzill. Ni ho pot fer qualsevol. Només els primers segons del pilot (quan ens mostren com li cau el món a sobre) valen tots els premis del món.

Però també destacaria el secundaris i especialment a Ezra Stone. No sé com s'ho faran a la segona temporada, però jo ja el trobo a faltar...

Salut,

Jaume

Oscar González dijo...

De moment, el final del primer episodi de la segona temporada és impactant...