5 de junio de 2013

Reseña de Homero, de Cecil Maurice Bowra

Para el lector común Cecil Maurice Bowra (1898-1971) es el autor de La Atenas de Pericles (Alianza Editorial, constantemente reeditado), un delicioso librito sobre el período, la historia y la influencia en las artes del estratega ateniense, Historia de la literatura griega (Fondo de Cultura Económica), un breve ensayo de corte (altamente) divulgativo, e Introducción a la literatura griega (Gredos). Prácticamente no se había traducido nada más de este eminente especialista en estudios clásicos y poeta. Por tanto, que Gredos haya decidido publicar su Homero (1971) en su Biblioteca de Estudios Clásicos es una excelente noticia para los aficionados a la literatura griega clásica. [Nota: esta reseña se escribió en ocasión de la edición de Gredos en marzo de 2013; recientemente, en septiembre de 2022, salió una nueva edición; por lo que estamos viendo, Gredos está reeditando títulos de esta colección y añade "nuevos", como Salustio de Ronald Syme, publicado originalmente en 1964. Confiamos en que la editorial siga por esta senda en los próximos meses/años...]

La biografía de Bowra ya de por sí resulta interesante (uno de los profesores de Oxford que aparecen en la novela Retorno a Brideshead de Evelyn Waugh está inspirado en él), pues nació en China mientras su padre era oficial de las aduanas imperiales chinas, fue evacuado a Japón durante la rebelión Boxer; la familia regresó a Inglaterra y él quedó al cuidado de una de sus abuelas mientras sus padres volvían a China. Con su hermano inició a los trece años un viaje por Europa, Rusia y China, e incluso conoció a lord Kitchener. De regreso a Inglaterra, comenzó sus pinitos en la cultura clásica y consiguió una beca para estudiar en Oxford. Volvió a viajar a Rusa y China pero al volver a Gran Bretaña fue alistado por el ejército, participando en las campañas finales de la Primera Guerra Mundial. El trauma de la guerra le marcaría de por vida y le dejaría una pésima opinión sobre los militares. Cultivó la amistad de escritores como Cyril Connolly, Anthony Powell, Cecil Day-Lewis (padre del actor Daniel Day-Lewis) y Isaiah Berlin. Fue profesor de estudios clásicos en Oxford durante muchos años, con estancias en Harvard y Newcastle, y autor de numerosos libros y artículos –cabría destacar Heroic Poetry (1952) o The Greek Experience (1958). En el momento de su muerte estaba escribiendo este Homero, cuyo último capítulo, «Resumen y supervivencia» no llegó a terminar. Con todo, como comenta Hugh Lloyd-Jones en la nota inicial del volumen, tras algunas pequeñas correcciones formales, se publicaron los nueve capítulos de los que constaba el libro y que ahora el lector en español puede disfrutar.

De entrada conviene decirle al lector que esté interesado en este libro de Bowra que es absolutamente imprescindible haber leído y conocer los dos magnos poemas homéricos, la Ilíada y la Odisea. Y no porque el texto de Bowra resulte ininteligible para neófitos en la materia; al contrario, como muchos de los autores anglosajones de la primera mitad del siglo XX, Bowra imprime a su libro de una amenidad voraz que no está reñida con un conocimiento prácticamente enciclopédico de los poemas homéricos, y cualquier lector mínimamente conocedor de la cuestión troyana podrá disfrutar de las páginas de este volumen. Como en El mundo de Odiseo de Moses Finley (Fondo de Cultura económica), Bowra presupone que el lector sabe de qué habla y sobre qué temas de fondo, pero a diferencia de este texto, que sobrevuela las cuestiones filológicas de los poemas de Homero para centrarse más bien en los escenarios que recoge el aedo griego, Bowra entra de lleno en discusiones como la composición oral, siguiendo el método comparativo con otros poemas épicos, como ya hiciera Milman Parry («el Darwin de los estudios homéricos») en los años treinta, e incidiendo en las fórmulas o frases repetidas en la obra de Homero. Puede, por tanto, resultar de lectura algo árida este primer capítulo, pero no desespere el lector: lo que se cuenta, dentro de este método comparativo de la epopeya, le sonará si, además del librito de Finley, leyó en su momento Troya y Homero: hacia la resolución de un enigma de Joachim Latacz (Destino) o manuales más especializados sobre poesía heroica griega, y en última instancia resulta básico para comprender la grandeza de los poemas homéricos.

Quizá espere el lector más profano que se entre en debates amplios acerca de si Homero fue el único autor de la Ilíada y la Odisea, si hubo diversos autores durante varias décadas o incluso siglos, o si hubo interpolaciones y añadidos a los dos poemas con posterioridad. Quizá incluso sobre la propia biografía de Homero. Brevemente, Bowra comenta todo ello en un capítulo inicial, para después, ya con las manos en la masa, tratar la composición oral de la poesía homérica, los obstáculos y dificultades de composición, así como las contradicciones que los poemas, con mayor o menor lógica, contienen. Resulta ineludible mencionar la construcción propia que tienen los poemas de Homero, compuestos para ser recitados y no leídos, lo cual necesariamente significa que se repitan las archiconocidas fórmulas, epítetos y enumeración de pueblos, lugares y personas. Todo ello implicaba que el poeta concebía sus cantos para la recitación y que a su vez existía un cierto grado de improvisación; ello explicaría las repeticiones, las contradicciones o la adaptación de los versos a estilos estereotipados a gusto del público que escuchaba la recitación. Al mismo tiempo, es posible concebir algunos cantos en la Ilíada y la Odisea como obras cortas, algunas de ellas ya conocidas antes de Homero, que se erigiría en recopilador al mismo tiempo que creador. Sobre batallas, armas, economía, funerales o actitudes heroicas, Homero refleja el estadio de la tradición, los diferentes estratos de costumbres y objetos que dejan entrever un largo proceso de desarrollo, y que finalmente son recogidos en los poemas. Tres períodos son los que contribuyeron a este proceso de desarrollo: la civilización micénica, finalizada en torno al 1200 a.C., la época de la guerra de Troya, y de la que provendrían algunas fórmulas verbales, receptáculo de la edad heroica, así como de la cultura material del Bronce Final; la llamada Edad Oscura, que finalizaría en torno al año 800 a.C., durante la cual «el canto heroico, nacido de la época micénica, debió de desarrollar plenamente su carácter como registro de un pasado glorioso y de hombres y acontecimientos aureolados» (p. 73), y durante el cual la poesía épica recogió elementos culturales que otorgaban a ese pasado heroico una pátina de realidad; y, por último, el siglo VIII a.C., durante el cual se compusieron los poemas, una época de enormes cambios, con la introducción del alfabeto griego. «Los diversos estratos culturales en los poemas proceden de las distintas épocas en las que la tradición llevó a cabo su obra de asimilación y creación» (p. 74).

La apoteosis de Homero, de Jean-Auguste Dominique Ingres (1827).

Una vez conocemos estos elementos, Bowra entra de lleno en los recursos compositivos de la obra de Homero: los personajes, su configuración, su aureola de fantasía y realidad. Elementos estilísticos como los símiles, metáforas ampliadas y simplificadas, que suelen ser breves y marcados: escudos que son «como una torre», diosas que surgen del mar «como neblina», Apolo que desciende «como la noche»; no proceden del pasado legendario, y apenas beben del mito, sino que apuntan a la naturaleza y a los seres humanos como lugares de origen, comprensibles para el público que escucha al aedo. Símiles que destacan la fuerza y la furia de los guerreros, pero también los sentimientos más comunes, como la piedad, como cuando Príamo entra en la tienda de Aquiles para reclamar el cadáver de Héctor y, sin mediar palabra se abraza a las rodillas de Aquiles y le besa la mano
[c]omo cuando una densa ofuscación apresa al hombre que mata
en la patria a una persona y llega a un pueblo extrañó
ante un hombre acaudalado, y el estupor invade a quienes lo ven.
Il. XXIV, 480-482.
Los símiles, mucho más numerosos en la Ilíada que en la Odisea, son necesarios para romper la monotonía, especialmente en las escenas de combates y batalla, sirviendo además para marcar pausas o cambios en la acción. Una acción que varía entre los diversos episodios de la Ilíada, lo cual fuerza al aedo a jugar con una variedad de elementos compositivos. En la Ilíada, un poema unitario aunque con una línea episódica, se construye con precisión los encuentros en plena batalla, los duelos entre enemigos (Ayax y Héctor, Diomedes y Glauco, Patroclo y Héctor, finalmente Aquiles y Héctor) y las conversaciones entre personajes que no volverán a encontrarse; en la Odisea, en cambio, Homero juega con la alternancia: la ausencia de Odiseo en los primeros cuatro cantos, relatando las andanzas de Telémaco y preparando al lector para el retorno del héroe; el relato del propio Odiseo de su historia a los feacios; y la segunda parte del poema (cantos XI-XXIV), que tienen como línea de desarrollo el regreso de Odiseo, la matanza de los pretendientes y el reconocimiento de Penélope. La técnica episódica en cada poema obliga al aedo a no dejar nada abierto, aunque luego puedan producirse contradicciones, de modo que el público que le escucha no pierda el hilo de la acción. ¿Cómo abordar la simultaneidad de acciones? ¿Cómo dotar al poema de un sentido de la unidad de modo que las diversas historias entretejidas den pie a un relato unificado? Los temas secundarios de los poemas corren el riesgo de desbordar al poeta y de ahí procede la habilidad de Homero para ligar personajes, tramas, acciones y escenarios diversos… y el hilo narrativo de Bowra poniendo al lector en antecedentes.

Quizá, remarcamos, a un lector inexperto en la materia homérica puede resultarle algo duro seguir el proceso creativo de Homero, pero como decíamos antes, no desespere. La frescura del texto de Bowra, el modo como engarza diversos aspectos de la técnica poética, el recuerdo constante a la edad heroica griega y el análisis pormenorizado de los dos poemas (un capítulo propio para desarrollar la forma y el carácter de los dos textos homéricos), dan pie a que podamos conocer a fondo múltiples aspectos que rodean el proceso de creación de la Ilíada y la Odisea. Tratar con detalle la poesía de acción, los elementos dramáticos, resulta también interesante en un penúltimo capítulo, para acabar el libro con el análisis de la edad heroica que Homero evoca, en los aspectos sociales y económicos, en las actitudes de los personajes que deben ser verosímiles para el público que escuchaba los poemas. Al finalizar este libro, el lector podrá tener una imagen completa de los dos poemas, su creación, formación y significado; incluso resulta del todo recomendable utilizar el libro de Bowra el perfecto companion, la guía que acompañaría la (re)lectura de la obra de Homero. Y todo ello en apenas doscientas cincuenta páginas…

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