13 de julio de 2013

Crítica de cine: Star Trek: en la oscuridad, de J.J. Abrams

Con Star Trek (2009) J.J. Abrams iniciaba el reboot de la franquicia y, al mismo tiempo, una nueva línea temporal, abierta para poder regresar a esos personajes y refundarlos, crearlos de nuevo (manteniendo su esencia, desde luego), abrir nuevas perspectivas. Veremos cómo afectará en esta nueva serie el hecho de que se haya encargado a Abrams la nueva trilogía de Star Wars. ¿Se encargará de dos proyectos de por sí antitéticos? ¿Concitará las iras de los seguidores de una saga y otra? El futuro ya nos lo dirá con la saga creada por George Lucas, pero con la nueva franquicia trekkie Abrams ha conseguido calmar en parte las suspicacias de los fans del capitán Kirk, el señor Spock y el resto de la tripulación del USS Enterprise, aportando un renovado escenario en el que la espectacularidad es la seña de identidad y con el tratamiento de los personajes como elemento central. Porque, en el fondo, dejando de lado las secuencias netamente de un blockbuster veraniego, lo que queda de las dos entregas de la nueva Star Trek es el acento puesto en los personajes. 

Star Trek: en la oscuridad comienza con una secuencia cien por cien trepidante y que supone mucho más que un aperitivo. Kirk y Spock (y Uhura) pondrán a prueba su relación personal. Y los resultados serán determinantes... aunque no por mucho tiempo. Presentados en la primera entrega, los personajes quedaron perfilados de modo que el espectador los tenga ya caracterizados de cara a las películas que habrán de llegar: el canallesco carisma de Kirk, la lucha de Spock entre la lógica y la emoción, McCoy como un adorable cascarrabias, la comicidad de Scotty, la lealtad de Uhura, la circunspección de Sulu, el voluntarismo de Chekov. Sin duda Abrams es un buen director de cásting, como ha demostrado en series como Lost y en sus anteriores películas: sabe elegir a los actores que encarnarán como un guante a los personajes de sus productos audiovisuales; parece como si, en conjunción con su equipo creativo (Alex Kurtzman, Damon Lindelof y Roberto Orci, a cargo del guión de esta película), escribiera los guiones pensando en actores concretos, más que probar actores que puedan encajar en esos personajes ideados. A Abrams se le pueden criticar muchas cosas (que ya se repite, que en ocasiones no es oro todo lo que reluce, que abarca demasiado y aprieta poco), pero desde luego no se dirá que no sabe elegir actores. Y aquí vuelve a demostrarlo, sobre todo escogiendo a Benedict Cumberbatch para el rol del villano John Harrison (y mucho más). 


Tratándose de Abrams, el mensaje entre líneas cuenta tanto como lo que se muestra (o incluso más). Es más que evidente la influencia del 11-S y sus consecuencias en diversos aspectos de la película, desde la crítica a la guerra preventiva a la idea de que la justicia, o el Bien en última instancia, no se impone (sólo) con las armas. El problema en esta película (que lo hay) es que el guión no es tan perfecto como Abrams, Lindelof,  Kurtzman y Orci pudieran pensar. Hay lagunas en la parte central, con secuencias que no aportan nada (da la sensación de que la estancia en territorio klingon debía ponerse para que, precisamente, salieran los klingons... porque sí). Es más interesante el falso John Harrison que su auténtica identidad; da más juego no saber qué quiere que acabar descubriendo lo que pretende (algo burdamente, por cierto). De hecho, el personaje que encarna Peter Weller (el almirante Marcus) parece metido con calzador para dar entidad a la némesis de Harrison (¿o es al revés?), abriéndose una trama compleja pero resuelta demasiado apresuradamente en el tramo final. a la postre queda el conflicto de Kirk y Spock, y su particular "historia de amor", como elementos dramáticos mucho más interesantes. La amistad de ambos personajes se forja más allá de la vida y la muerte... ¿verdad? Además, si en la primera entrega Kirk se forjaba como héroe, en esta ocasión lo hace Spock... de un modo un pelín más increíble (en el sentido de que no acabas de creértelo del todo). Pero no olvidemos tampoco que, en realidad, el héroe que sigue importando en esta nueva franquicia es James Tiberius Kirk.

A diferencia de El Hombre de Acero, el plus de espectacularidad no acaba por pasar factura y hastiar al espectador. Ya en la secuencia inicial (interesantes remixes visuales) se muestran las cartas que se irán desarrollando a lo largo de la película. Si acaso se podría criticar el excesivamente calculado cronometraje de las secuencias de acción: ahora toca esto, ahora aquello, terminaremos con esto o lo otro. Nada empalaga pero tampoco nada sorprende del todo; en ocasiones, como espectador casi vas un microsegundo por delante e intuyes que ahora vendrá tal o cual cosa. La película adolece de un ritmo desigual en el tramo central (la captura de Harrison, que la ves venir y que se resuelve con desigual rapidez) tras el prólogo y la puesta en marcha de la trama fundamental, pero se recupera enseguida y adquiere buen tono en la última media hora.

Lo mejor de esta entrega trekkie es el tratamiento de personajes y el pulso de Abrams manejando un producto que se podría desplomar en manos de cualquier otro. ¿Mejor que la primera entrega? Yo diría que mejora en cuanto al hecho de que enseguida conectas con los personajes y sus motivaciones (con algunos matices, claro), mientras que en la anterior película el argumento central estaba mejor ligado y presentado. Lo que sí parece claro es que tras meternos a los klingons con calzador, en la siguiente entrega (si la hay), habrá guerra...

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