29 de junio de 2014

Crítica de cine: El sueño de Ellis, de James Gray

Durante décadas millones de inmigrantes llegaron a Ellis Island, un islote cerca de la costa de Nueva Jersey y con la ciudad de Nueva York en el horizonte. A escasa distancia de la Estatua de la Libertad, la isla fue la principal aduana del país y el lugar de paso obligado para los inmigrantes que trataban de entrar en el país a través del Atlántico. Aunque el país fue receptor de inmigrantes del Viejo Mundo que, por diversos motivos, trataban de empezar una nueva vida, el Gobierno federal impuso un férreo control desde finales del siglo XIX, de modo que todos aquellos que llegaban enfermos o se les consideraba "indeseables", por motivos penales o incluso morales, o bien pasaban una cuarentena hasta que se decidía su destino, en el caso de los primeros, o bien era denegada su petición de entrada al país y deportados a sus lugares de origen. La imagen de una tierra de esperanza y prometida pronto fue cayendo en el olvido y hasta mediado el siglo XX se inspeccionó a los recién llegados, en busca de parásitos y enfermedades, como si fueran ganado, y se expulsó a anarquistas, ex convictos o "indecentes". El sueño de la Libertad que la Estatua cercana les parecía prometer se truncaba en unos edificios que al mismo tiempo se convertían para algunos en limbo no imaginado. Algo similar le sucede a las hermanas Ewa (Marion Cotillard) y Magda, inmigrantes polacas que llegan a Ellis Island huyendo de horrores en Europa (y las consecuencias de la Gran Guerra) en 1921: Magda, enferma de tuberculosis, pasa a la cuarentena durante un período de seis meses, mientras Ewa, acusada de "relajada moral" está a punto de ser deportada... hasta que consigue la ayuda de Bruno Weiss, un tipo con contactos que le ofrece un trabajo y un lugar donde vivir... ocultándole que en realidad busca aprovecharse de ella en negocios mucho más turbios.

La película se inicia (y en cierto modo termina) con una imagen que es un símbolo: la llegada de los anónimos inmigrantes a Ellis Island con la Estatua de la Libertad de fondo... y de espaldas: una metáfora de que no les espera una vida fácil, como Ewa descubrirá pronto cuando el trabajo de "costurera" que le ofrece Bruno en realidad significa trabajar en un teatro de burlesque... e incluso de prostituta. Ewa deberá ganar dinero para conseguir "liberar" a Magda, mediante los "contactos" de Bruno, y eso significa plegarse a los deseos de este... que ora se muestra accesible, ora furioso e iracundo, tachando de ingrata a Ewa por no agradecerle sus "servicios". Pero Ewa se muestra con más fortaleza de la que Bruno puede imaginar; y sí, hará lo que sea por ganar dinero para salvar a Magda... pero según sus deseos. Y aunque el pecado la mortifica (como devota católica), no dudará en entregar su cuerpo para conseguir todo el dinero posible. La llegada de Emil, alias Orlando el Mago (Jeremy Renner), primo y enemigo de Bruno, alterará un ecosistema de miseria, mentiras y supervivencia, al introducir lo que Ewa ya no esperaba encontrar: una brizna de esperanza.

James Gray (Little Odessa, La noche es nuestra, Two lovers) se acerca al Nueva York de principios de los años 20: el de la Ley Seca, los negocios sucios, la hipocresía moral y social y el de los bajos fondos, con mujeres degradadas y hombres que actúan como animales. Bruno se nos presenta como un explotador, pero también como una persona a la que el amor y los celos mueven como un monigote, al tiempo que utiliza y degrada a Ewa, que a su vez se muestra con una frialdad mezclada con un amor fraternal y unas ansias imperiosas de salir adelante, pero también atormentada por la culpa, la vergüenza personal (y social) por los pecados adjudicados (y realizados). Es interesante como Gray nos mantiene a una cierta distancia de los tres personajes principales, incluido Emil, que a pesar de mostrar amabilidad y preocupación por Ewa de alguna manera oculta un egoísmo personal y una inestabilidad laboral que mantiene alerta a Ewa. La fuerza exterior que Ewa muestra con Bruno y Emil, situándose en el centro de un involuntario triángulo emocional, contrasta con su sufrimiento interno: a la vergüenza que debe soportar por pecados no cometidos de camino a Nueva York y por otros realizados conscientemente, añade la dificultada para perdonarse a sí misma.

Gray juega con un guión intenso, mostrando los problemas que significaba ser un inmigrante indeseado en aquellos años en una metrópolis de la que apenas conocemos los barrios marginales, pero sin dramatizar en exceso. En un mundo en el que el dinero es la llave para alcanzar la salvación, Ewa mantiene la fortaleza para resistir... y aunque sea incapaz de alejarse de quien le hace daño, en todo momento es consciente de que la explotación es admisible sólo si lleva realmente a una consecución para ella lógica: la doble salvación, la de Magda y la suya como católica.

Película intensa, El sueño de Ellis (oportuno título en castellano del original The Immigrant) nos aproxima a la imposibilidad de alcanzar el paraíso y al esfuerzo de quienes llegaban a (o estaban en) la tierra de promisión y sólo hallaban un purgatorio. Muy recomendable.

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