4 de agosto de 2014

Crítica de cine: Begin Again, de John Carney

John Carney pegó el pelotazo en 2006 con Once, una película sobre cantantes y compositores que se buscan la vida en bares y locales de todo tipo. Su soundtrack fue de lo más escuchado aquel año y se llevó un Oscar a la mejor canción original. Buen rollo, magia y música, buena música. Funcionó, funcionó muy bien. Y he aquí que Carney repite la jugada con Begin Again, pero en esta ocasión cambiamos las calles de Dublín por Nueva York, con actores de peso y un soundtrack que parece prefabricado, hecho para triunfar y petar las playlists en YouTube y Spotify. Y tenemos el aliciente de ver a Keira Knightley cantando, quizá el anzuelo para que muchos se acerquen a una sala de cine y quieran comprobar si la actriz británica canta bien o más bien suelta gorgoritos. A su lado ponen a un Mark Ruffalo que se pone en la piel de un productor que tiempo atrás ganó un par de Grammys pero que ahora, solo y amargado, ya solamente espera encontrar a un cantante con voz propia y autenticidad que relance su discográfica y le haga renacer de sus propias cenizas. Pongamos a Adam Levine, cantante y alma de Maroon 5 para que interprete unas cuantas canciones, interprete a un personaje al que culpar y haga subir las ventas en iTunes. Y, por último, que se vea Nueva York, como personaje que todo lo ocupa, ya sea en sus calles o bajo tierra con el icónico metro suburbano. El resultado podría ser un producto para llenar salas de cine en verano, cuando la cosa está de capa caída (si no hay un transformers o un blockbuster de esos de la peor ralea), hacer taquilla, tomarle un poco el pelo a la audiencia, ofreciéndole un producto que funciona como una novela romántica. La sorpresa es que la película funciona bien, no es una comedia romántica ni busca el happy end que se suele atribuir a estos productos. Y eso es casi lo mejor de todo.

Hay que decir que la película tarda algo en arrancar, en atraparte. Y eso que el inicio juega a la duplicidad: una joven sube al escenario de un bar, a regañadientes, a cantar un tema propio y ante un público que poco a poco comienza a pasar de la canción. Ella es Greta (Knightley), pasa por un mal momento y se le nota. La canción termina y entre los tímidos y desganados aplausos destaca, en cambio, el entusiasmo de Dan (Ruffalo), que en medio de una borrachera de aúpa es capaz de reconocer el talento en aquella chica que no quiere dar la nota... y la da. Y entonces comienza un juego narrativo: echamos el tiempo atrás y conocemos cómo los dos personajes han llegado a aquel local, cómo eran sus vidas en ese mismo momento, y qué esperan hacer cuando todo parece llevarles a la nada. Y tras ese primer encuentro, con idas y venidas, comienza una relación entre ambos que no pasa por el elemento romántico, sino por compartir la pasión por la música. Y es cuando se les ocurre grabar un álbum por las calles, el subsuelo y frente a algunos lugares icónicos de Nueva York, en ocasiones jugándose la multa por actuar sin pedir permiso. Reúnen a una troupe de amigos y colaboradores, y es cuando la película coge ritmo. No es que lo anterior no fuera interesante, que lo era, sino que la manera de mostrarlo adolecía de una cierta irregularidad narrativa; y eso que en la primera media hora de película hay secuencias potentes, como cuando Dan escucha a Greta en aquel local y en su cabeza (por efecto del alcohol) los instrumentos comienzan a cobrar vida y a acompañar a Greta, que contaba sólo con su guitarra. Una escena estupenda, cierto, pero encorsetada en una parte de la película a la que le falta ritmo, agilidad y pulso narrativo. Es con la "grabación" del disco por las calles de la ciudad cuando realmente quedé atrapado por el guión, los personajes y la música. Buena música, de hecho. 

Si en el verano de 2013 una película como El último concierto te aportaba unos personajes creíbles y una pasión por la música (clásica), en esta ocasión lo hace Begin Again. Y te dejas querer por la magia de lo que ves en pantalla, te dejas seducir por esa pareja de protagonistas que interpretan Knigtley y Ruffalo, por los secundarios (de James Corden a Hailee Stenfield, pasando por Mos Def, Catherine Keenner o un Cee Lo Green que hace un divertido cameo). Todo huele, sabe y desprende buen rollo, con un guión que va ganando enteros a medida que avanza la película. Y lo que al principio parecía una historia que parecía hacerse la interesante con vericuetos narrativos complicados, paulatinamente se libera de corsés y funciona como lo que es: una comedia dramática de personajes que tratan de reinventarse y redimirse, de buscar su lugar cuando parecía que nadie les quería, de levantarse cuando tocaron fondo... y de dejarse llevar por la pasión de la música. 



Quizá le pese a la película la sombra de Once, pero funciona muy bien como lo que es (en eso es muy honesta). Es una apuesta fresca y agradable de ver y escuchar. Y lo mejor es que no acaba como parecía que debiera acabar: como la enésima comedia romántica que de tanto en tanto invade las salas de cine. Pero no, no lo hace así... y salimos del cine agradecidos, con buen sabor de boca y aún escuchando unas buenas canciones que cuando lleguemos a casa buscaremos en YouTube, Spotify y dónde sea.

PS: estoy de acuerdo con lo que dicen Greta y Dan acerca de las playlists que uno crea en su reproductor portátil: son tan personales como placeres culpables que solemos escuchar por las calles de la gran ciudad. Simplemente cámbiese Nueva York por Barcelona o...

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