20 de septiembre de 2016

Efemérides historizadas (XXIII): 20 de septiembre de 1792 - la "nación francesa" gana la batalla de Valmy

Un 20 de septiembre de 1792 tuvo lugar una de las batallas menos decisivas de la historia, pero con enormes consecuencias para uno de sus contendientes: el ejército francés al mando del general Charles François Dumouriez derrotó (o más bien provocó la extraña retirada de) al ejército coaligado de prusianos y austriacos en Valmy, en la región de la Champagne. Una batalla que se distinguió por ser diferente: todo lo decidieron los cañones, apenas hubo combate entre los soldados de infantería; los prusianos avanzaron pero vieron que los franceses mantenían prietas las filas y se retiraron, dejando el campo de batalla y la extraña victoria en manos de los franceses. ¿Por qué? Quedará siempre esa duda. Pero con Valmy nació una idea: la de un ejército "nacional", de la nación francesa. Todo empezó con el estallido de la Revolución francesa en el verano de 1789, pero las cosas se pusieron candentes cuando, tras el intento de huida de Luis XVI y su familia de París, detenidos en Varennes, las monarquías absolutistas de Austria (a fin de cuentas el emperador José I era cuñado del rey francés), se produjo la declaración francesa de guerra a Austria en 1792. Ya previamente, en agosto de 1791 y mediante una declaración oficial de José I y Federico Guillermo II de Prusia, se lanzó un velado ultimátum a la Asamblea Nacional Constituyente francesa, que ostentaba la soberanía del reino, para que se volviera al status quo ante revolutionem, amenazando con una formal declaración de guerra, invasión del país y restauración del poder de los Borbones.

Horace Vernet, La batalla de Valmy (1826), National Gallery, Londres.
Pero la Asamblea Nacional Constituyente francesa, constituida en Asamblea Legislativa tras la promulgación de la Constitución de 1791, no se achantó y tras denunciar los complots de los emigrados y radicalizarse tras el juego político entre moderados y “montañistas”, declaró la guerra en abril de 1792 a Austria. Se formó la Primera Coalición contra la Francia revolucionaria: Austria y Prusia invadirían Francia, con el apoyo de Gran Bretaña, España, Portugal y Nápoles. El Manifiesto de Brunswick, en julio, cargó las tintas de la Coalición contra el Gobierno francés; las tensiones en París llevaron a una insurgencia contra la monarquía y el 10 de agosto una muchedumbre asaltó el Palacio de las Tullerías, detuvo a la familia real y dio un golpe de fuerza, apartando del poder a los moderados. Unos días después se proclamó la República y se aprestó un ejército, al mando de Dumouriez para invadir los Países Bajos. Pero el ejército francés, bajo de forma y de moral, no parecía capaz de poder detener el avance de los coaligados. 


El espíritu de la nación francesa surgió en esos meses previos a la batalla y estalló con furia en Valmy. La guerra anterior a Valmy, la guerra del siglo XVIII, se había distinguido por ser algo propio de ejércitos profesionales de combatientes al servicio de un Estado, pero en el que la “ciudadanía” no formaba parte. Era una “cultura de la guerra” aristocrática, de (relativamente) pocas pero combatidas batallas, en las que los nobles lograban fama y gloria, en la que el escalafón militar estaba vedado a burgueses o gente del “pueblo llano”. Una guerra que se disputaba entre reyes y Estados, pero no al servicio de una nación o de la ciudadanía. En tiempos previos a la soberanía nacional, que por entonces era encarnada por los reyes (de ahí que la guerra contra la Francia revolucionaria comenzara como una ofensa de los monarcas europeos a la detención y virtual prisión de los reyes franceses), la Asamblea Nacional francesa dio el paso de asumir la soberanía y de hablarle de tú a tú al pueblo, a encarnar esa “nación en armas” embrionaria que tras Valmy sería habitual. Cuando se proclamó la República en Francia, el ejército estaba deshecho, con muchos de sus oficiales ausentes o emigrados, conspirando incluso contra Francia. Hubo que reconstruir el ejército y en las semanas posteriores se nutrió de soldados no profesionales, muchos de ellos no formados ni adiestrados. Frente a este ejército popular, con Dumouriez, uno de los pocos militares “tradicionales” que se mantuvo leal al nuevo Gobierno (hasta abandonarlo meses después), los ejércitos de Austria y Prusia parecían invencibles. Se daba por sentado en Viena que las tropas de la Primera Coalición barrerían a las turbas que nutrían las filas del ejército francés. En Valmy se encontraron ambos ejércitos tras el fácil avance de los coaligados en territorio francés. Pero el cañoneo previo en Valmy cambió las cosas. ¿Por qué se retiraron los franceses? No eran superiores en número a los franceses, pero estaban mejor pertrechados y formados. ¿Les acobardó el grito francés a la nación y la apelación a su ‘élan’ en el momento en que ellos avanzaron o les echó atrás esa superioridad numérica francesa? ¿O quizá se retiraron confiando en lograr un lugar donde desplegarse mejor y derrotar a esa muchedumbre? Sea como fuere, el comandante prusiano tocó a retirada.

Charles-François Dumoriez, el héroe de Valmy...
que al cabode unos meses  traicionó la Revolución.



La consecuencia inmediata de la batalla fue que Francia, con la retirada prusiana y austriaca, se vio libre en ese momento… en el sentido que al retirarse el avance coaligado sobre París, la Revolución se asentó… y radicalizó. La Asamblea Legislativa fue disuelta; en el preciso momento en que se “no-combatía” en Valmy, en París se proclamaba la Convención; al día siguiente se abolía la monarquía y formalmente la República se asentaba. La victoria nacional francesa en Valmy marca un punto de inflexión, con importantes cambios precedentes en el modo de preparar un conflicto, como el debate en la Asamblea Nacional sobre la potestad de la nación (no el rey) para declarar la guerra. La sociedad francesa se implicó en las guerras contra el enemigo extranjero y se consolidó, de un ejército ‘nacional’ que se forjó paulatinamente, una concepción radicalmente diferente hasta entonces acerca del servicio militar. Comenzó también un período convulso, tras las masacres de contrarrevolucionarios a principios de septiembre y que prepararía el camino para el Terror de 1793-1794; comenzaron los debates para la redacción de una nueva Constitución (la de 1793); se preparó el juicio contra Luis XVI, que culminaría con su ejecución en enero de 1793; se fraguó el descontento contra la revolución en la Vendée (al oeste de Francia), que conduciría a una cruenta represión (se habla incluso de genocidio); y empezó la inestabilidad política entre girondinos y jacobinos que llevaría al golpe de fuerza de estos últimos en el verano de 1793. Se asentó la idea de “la nación en armas” y se inició el período de expansión territorial revolucionario contra los vecinos de Francia: Países Bajos, el oeste del Sacro Imperio Germánico, el norte de Italia, así como una guerra en diversos frentes que finalizaría con acuerdos de paz separados con los miembros de la Primera Coalición (que formalmente acabó en 1797). Fue la senda que llevó al poder a militares como Napoleón Bonaparte, que tras sus fulgurantes campañas en Italia (1795-1797) y Egipto (1798-1799), dio un golpe que acabó con el Directorio en brumario (noviembre) de 1799 y estableció un régimen autoritario y conservador, que, en unos pocos años, daría paso al Primer Imperio Francés (1804-1814).

Lectura recomendada: La primera guerra total: la Europa de Napoleón y el nacimiento de la guerra moderna, de David A. Bell (Alianza Editorial), un analítico estudio sobre el cambio de perspectiva de la guerra en época revolucionaria y napoleónica, el surgimiento de la soberanía nacional en Francia y la idea de “la nación en armas”, que Napoleón moldearía para un nuevo estilo bélico; la “guerra total”.

Ficha del libro.

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