26 de septiembre de 2016

Efemérides historizadas (XXV): 26 de septiembre de 1960 - primer debate Nixon-Kennedy

Un 26 de septiembre de 1960 tuvo lugar el primero de los cuatro debates televisados entre los candidatos Richard M. Nixon (republicano) y John F. Kennedy (demócrata) a la presidencia de los Estados Unidos de América. Fue, de hecho, el primer debate entre dos candidatos presidenciales emitido por televisión, tuvo una audiencia estimada de 70 millones de espectadores (un 60% de la población adulta del país) y, desde luego, cambió la historia de las campañas electorales de todo el mundo… y de la propia televisión. De hecho, fueron también los primeros debates cara a cara entre dos candidatos; el precedente más cercano fueron los debates entre Abraham Lincoln y Stephen Douglas en las elecciones al Senado de 1858. Las elecciones presidenciales en noviembre de 1960 fueron muy reñidas, aunque de partida Nixon era el favorito en la encuestas y gozaba del prestigio que suponía haber ostentado la vicepresidencia (a pesar de que su labor como tal más bien fue mediocre) durante el mandato de un muy popular Ike Einsenhower, desde enero de 1953. La trayectoria política de Kennedy durante sus casi quince años en Washington, sin embargo, fue limitada e incluso contraproducente: apoyó a Joe McCarthy en algunas votaciones del Senado, antes de darse cuenta de que éste era una figura caduca. Su escasa experiencia en política, a la que había llegado al finalizar la Segunda Guerra Mundial como sustituto de su fallecido hermano Joseph, se notaría en algunos de los cuatro debates televisados, pero, a diferencia de Nixon, se adaptó enseguida al medio.

Congresista desde 1947, como miembro de la Cámara de Representantes en la que pasó prácticamente desapercibido, Kennedy había vencido al republicano Henry Cabot Lodge en las elecciones al Senado por Massachussets en 1952 y entró en la cámara alta en enero del año siguiente. Su labor como senador fue limitada a causa de sus problemas de salud, con un nivel de absentismo de las sesiones inusualmente alto para lo que se estimaba conveniente. Optó a la vicepresidencia en las primarias demócratas a las elecciones de 1956 y, aunque no consiguió ser elegido por Adlai Stevenson (el sempiterno candidato demócrata derrotado), alcanzó una enorme notoriedad, lo cual le impulsó a presentarse a las elecciones presidenciales de 1960, tras haber revalidado su escaño senatorial en 1958. Las primarias demócratas fueron complejas: entre otros candidatos y además de Stevenson, entraron en liza el senador por Texas Lyndon B. Johnson, líder de la mayoría demócratya en el Congreso y que, a su experiencia en la política de Washington, añadía su capacidad para movilizar el voto del Sur, y Hubert Humphrey, que sería el candidato demócrata a las elecciones de 1968 (además de haber sido vicepresidente de Johnson entre 1965 y enero de 1969). Para muchos la campaña de Kennedy fue “sucia”, contando con el dinero de su padre, Joe Kennedy, y con el ímpetu y la ferocidad de su hermano Robert como jefe de campaña. Hasta la convención demócrata de aquel verano, Stevenson y Johnson parecían los precandidatos con mayores posibilidades, pero fueron derrotados por el dinero y los sobornos de Joe Kennedy y el tono barriobajero de la campaña de Robert (la enemistad de éste con Lyndon Johnson se afianzó aquí). Aunque Stevenson tenía el apoyo del sector más liberal del partido, representado por Eleanor Roosevelt, Kennedy ganó la nominación en la primera votación. Para curar algunas heridas y afianzar el voto del Sur, Kennedy eligió a Johnson como candidato a la vicepresidencia. Nixon, que había ofrecido la vicepresidencia a Nelson Rockefeller previamente, y que éste declinó, presentó como candidato al puesto a Henry Cabot Lodge, antiguo rival de Kennedy. 

La campaña de otoño fue disputada. Kennedy acusó a los republicanos de ser “blandos” ante la amenaza del comunismo durante la presidencia de Eisenhower y endureció su tono anticomunista para ganar votos. Se acordó entre los dos partidos una serie de debates que se retransmitirían por televisión. Se pactaron cuatro debates, a realizar los días 26 de septiembre y 7, 13 y 21 de octubre de 1960, y que serían emitidos por la cadena CBS. El primero de los debates fue “acalorado” para Nixon que, menospreciando a su rival, apenas se preparó, e incluso estuvo en la campaña habitual hasta pocas horas antes de acudir a los estudios de televisión. Nixon apareció pálido, pues se negó a que lo maquillaran (en los siguientes tres debates lo permitió), y tenía mala cara pues había estado hospitalizado unos pocos días antes. Como se negó a maquillarse, los espectadores pudieron ver su rostro cenizo, el sudor y los brillos que causaba y daban una pésima imagen en la pequeña pantalla. Tampoco ayudó que se dejara aconsejar mal por sus asesores, que lo vistieron con un traje claro (que lucía mal en el blanco y negro de los televisores de la época, además de apretarle el cuello de la camisa). Kennedy, en cambio, se presentaba cómodo, mucho más fotogénico que su rival y vistiendo un traje negro que le estilizaba en pantalla, además de aparecer bronceado por el sol. En palabras del entonces presidente de la CBS, Frank Stanton, “Kennedy was bronzed beautifully… Nixon looked like death.” El debate trató la política doméstica del país, sobre la que Kennedy en general estaba bastante pez; pero supo sacar partido del nuevo medio de comunicación, enseguida supo que la cámara le “adoraba” y ganó ese primer debate, de una hora de duración, frente a un Nixon que, confiado, apenas se había preparado la materia y dejó una pésima imagen, sudando y moviendo incómodo el cuello. 

La consecuencia del debate fue que, aunque los asesores de ambos partidos consideraron que no había sido decisivo, en los siguientes tres debates Nixon se pusiera las pilas, se dejara aconsejar por los especialistas en imagen, se tomara en serio los temas a tratar (explotando su experiencia en política internacional… o lo que él creía que era experiencia) y ganara los dos siguientes; el tercero quedaría en un disputado empate. Pero las repercusiones del primer debate fueron enormes, pues ningún candidato posterior, ya fuera en unas elecciones presidenciales, legislativas o locales, se atrevió a dudar del “poder de la televisión”. Se dijo entonces que para los que siguieron aquel primer debate, Kennedy fue el vencedor, pero quienes lo escucharon por la radio tuvieron la sensación de que Nixon lo había hecho mejor: hasta ese punto la imagen lo cambió todo; pero no hay estudios que demuestren fehacientemente que seguir el debate por uno u otro medio influyera en la percepción de quienes lo vieron o escucharon. Porque lo que importaba era la decisión que tomara el votante el día de las elecciones, el 8 de noviembre de 1960. Y fueron unos resultados reñidísimos: la victoria se decidió por sólo 112.827 votos de diferencia a favor de Kennedy, apenas un 0,1 % de ventaja del candidato demócrata sobre el total de votos populares. En cuanto a votos electorales, Kennedy logró 303 por 219 de su rival (y 16 del candidato independiente Harry Floyd Byrd). La participación ciudadana fue del 63,1%, una cifra que no se había alcanzado desde las elecciones de 1908; para que el lector se haga una idea, cabe recordar que las controvertidas elecciones de 2000 entre George Bush Jr. y Al Gore, y que siempre quedarán oscurecidas por la sombra del pucherazo en Florida, tuvieron una participación del 50,4%, o que los ilusionantes comicios («Yes, We Can») de 2008 entre Barack Obama y John McCain apenas consiguieron el 61,6%. 

Lectura recomendada: J.F. Kennedy: una vida inacabada de Robert Dallek (Ediciones Península), una excelente biografía del personaje y un retrato en profundidad de su presidencia; a destacar la parte en la que se relata la dura campaña electoral de 1960 y el debate televisado.
Ficha del libro.

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