6 de junio de 2017

Reseña de Hijos de nazis, de Tania Crasnianski

* Esta reseña parte de un informe de la edición francesa del libro.

Los principales jerarcas de la Alemania nazi, Adolf Hitler al margen, también eran padres de familia y tuvieron hijos. Ellos fueron capturados y se enfrentaron a la justicia en los procesos de Núremberg en algunos casos (Hermann Göring, Hans Frank, Albert Speer, Rudolf Hess) y en otros procesos (Rudolf Höss); otros se suicidaron al ser capturados (Heinrich Himmler) o huyendo de un Berlín ocupado por los rusos (Martin Bormann); y otros huyeron con éxito y vivieron escondidos en el extranjero (Josef Mengele). Todos tuvieron hijos y estos vivieron de una manera u otra con el estigma de un apellido y el recuerdo constante de unos crímenes. Otros niños no tuvieron esa suerte: Joseph Goebbels no permitió que sus hijos sobrevivieran al fin del Reich nazi y los hizo morir, «dulcemente», y en connivencia con su esposa, dándoles cápsulas de cianuro. Hijos de nazis (La esfera de los libros, 2017), obra de la abogada penalista Tania Crasnianski, se centra en los hijos supervivientes de destacados líderes nazis. Hijos que en algunos casos vivieron en su infancia el régimen nazi y la guerra, y que en la posguerra vivieron con un apellido que para el mundo entero los delataba como hijos de asesinos y perpetradores del Holocausto. Crasnianski ha investigado en libros, artículos, diarios, cartas y entrevistas a estos hijos de nazis, para poder indagar en cómo el estigma les ha marcado de diversas maneras y cómo algunos han reivindicado el recuerdo paterno y otros han tratado de superarlo.

Así, Gudrun Himmer (n. 1929), hija del Reichsführer de las SS, ha defendido a su padre Heinrich y se la ha vinculado con movimientos neonazis y negacionistas. Edda Göring (n. 1938), hija del Reichsmarschall y lugarteniente de Hitler, aunque se ha mantenido al margen de la esfera pública, defendió a su padre y querellas judiciales al estado de Baviera ha tratado de recuperar parte del patrimonio confiscado a su padre (la finca y el palacio de Carinhall, por ejemplo). Wolf Rüdiger Hess (1937-2001), hijo de quien fuera secretario de Hitler y jefe de la Cancillería nazi, denunció la condena a cadena perpetua de su padre, escribió dos libros e incluso sugirió que Hess padre no se suicidó en Spandau, sino que se suicidó. 

Enfrentados a esta postura reivindicativa, Niklas Frank (n. 1939), hijo del abogado Hans Frank y gobernador de la Polonia ocupada y añadida al Gran Reich en 1939, y Martin Adolf Bormann Jr. (1930-2013), hijo del jefe de la Cancillería (y sucesor de Rudolf Hess), denunciaron, en cambio, los crímenes de sus respectivos padres, con libros y un activismo antinazi constante, que llegó a enfrentarlos a aquellos (caso Wolf Hess). Otros hijos de criminales nazis optaron por un perfil bajo, un «exilio interior», como es el caso de Brigitte Höss (n. 1933), hija de quien fuera comandante de Aushwitz y que guardó para sí el estigma de los crímenes de su padre durante muchos años; su sobrino, Rainer (hijo de su hermano Hans Jünger), también tuvo que convivir con el legado de su abuelo. Albert Speer Jr. (n. 1934), hijo del arquitecto y ministro de Armamento nazi, y también arquitecto, ha procurado mantenerse al margen de la vinculación de su padre con el nazismo (Speer padre siempre negó desconocer lo que sucedía en los campos de exterminio, hasta que en una entrevista personal con la periodista Gitta Sereny acabó confesando su conocimiento y participación indirecta), mientras que su hermana Hilde (n. 1936), mantuvo una estrecha relación con su progenitor. Ambos han enfocado sus carreras (la arquitectura en el caso de Albert Jr., la política y el activismo antisemita en el caso de Hilde) procurando que su apellido no influyera en ellas. Por último, Rolf Mengele (n. 1944), hijo del médico del campo de concentración y exterminio de Auschwitz, no conoció a su padre hasta que este se estableció en Brasil; Josef Mengele no mostró arrepentimiento alguno por sus crímenes, a pesar de que su hijo le preguntara por ellos, y el propio Rolf acabó confirmando la muerte de su padre, ahogado en Rio de Janeiro. Rolf ha insistido en que, a pesar de todo, la culpa de los crímenes de un padre no deben heredarla sus hijos. 

Crasnianski recopila datos y fuentes, reconstruye las biografías de algunos de aquellos padres nazis y sigue los pasos de sus hijos (y sus respectivas madres): su infancia y juventud, su manera de enfrentarse (o no) al estigma de ser hijos de destacados jerarcas nazis, el proceso de aceptación (o de negación) de esos crímenes y la manera diversa de vivir en una sociedad que en las décadas posteriores a la caída del régimen nazi también tuvo que realizar su propio proceso de aceptación de lo ocurrido durante aquellos años (el capítulo final del libro incide en esta cuestión, en cierto modo). Crasnianski no carga las tintas, huye de escabrosidades (por ejemplo, no entra en las acusaciones de abusos sexuales a niños que Martin Adolf Bormann, sacerdote católico, tuvo en sus últimos años de vida), se mantiene en un tono neutro pero explicitando las diversas actitudes (incluso las reivindicativas) de esos hijos, tratando de buscar respuestas a la pregunta de cómo sobrevivir al legado de un apellido. Es un libro ameno aunque inevitablemente incómodo por lo que supone en sí, y que evoca obras parecidas: por ejemplo, algunos capítulos de El trauma alemán: testimonios cruciales de la ascendencia y caída del nazismo de Gitta Sereny (Ediciones Península, 2005), en el que se entrevista a algunos de estos hijos de nazis, como Martin Adolf Bormann o al propio Albert Speer; Tú llevas mi nombre de Stephan y Norbert Lebert (Planeta, 205), que también recoge los testimonios de algunos de estos «hijos de nazis»; o, hace unos pocos años, el libro de Katrin Himmler, sobrina-nieta de Heinrich Himmler, Los hermanos Himmler: historia de una familia alemana (Libros del Silencio, 2011), que reconstruye la biografía de su abuelo Gebhardt y su tío-abuelo Himmler, y que recoge también alguna mención a Gudrun. 

El resultado es un libro muy interesante que, es cierto, repite algunas historias ya conocidas (y que esos otros libros han recogido), pero que indaga con interés en la biografía y las actitudes de esos hijos de jerarcas nazis, llegando hasta los años más recientes.

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