26 de enero de 2017

Canciones para el nuevo día (2134/1363): "Common People"

Seguro que en algún momento os suena a alguna que otra canción española de finales de los ochenta... 

Pulp - Common People

Disco: Different Class (1995)

20 de enero de 2017

Crítica de cine: Figuras ocultas, de Theodore Melfi

En el programa espacial de la NASA, a finales de los años cincuenta y durante la década de los sesenta –«hemos decidido ir a la Luna. Elegimos ir a la Luna en esta década y hacer lo demás, no porque sean metas fáciles, sino porque son difíciles, porque ese desafío servirá para organizar y medir lo mejor de nuestras energías y habilidades, porque ese desafío es un desafío que estamos dispuestos a aceptar, uno que no queremos posponer, y uno que intentaremos ganar, al igual que los otros», dijo John F. Kennedy en un discurso en la Rice University., en septiembre de 1962–, participaron muchas personas: ingenieros físicos, matemáticos, informáticos, militares, personal civil de empresas de todo tipo. Todos ellos trabajaron con ahínco durante años, sometidos a la presión para no «ser los segundos en una carrera de dos». El único rival era la Unión Soviética, la meta de la carrera no se circunscribía a la Guerra Fría pero no se entiende sin ella, el premio era colocar a un hombre, estadounidense o soviético, en el espacio, para después llegar a la luna y clavar en ella una bandera. Miles de millones de dólares se pusieron para sufragar un proyecto que hoy en día puede parecer un derroche –pero cuyas aplicaciones prácticas disfrutamos– de talento, esfuerzo y medios. La carrera espacial. Una carrera con nombres, muy conocidos, de Yuri Gagarin a Alan Shepard, de Valentina Tereshkova a John Glenn, del Sputnik al programa Apollo. Pero personas que no fueron conocidas ni recibieron los parabienes de una nación. Hubo mujeres que pusieron su esfuerzo al servicio de la causa. Hubo mujeres negras que dominaron las matemáticas, el lenguaje informático y lo que subyace en una ingeniería, y no recibieron premios ni menciones. Hubo «figuras ocultas», aunque lo más pertinente sería decir que hubo personas «invisibles» o «invisibilizadas» por el color de su piel. Y tres de ellas, Katherine G. Johnson, Dorothy Vaughan y Mary Jackson compartieron una historia de esas que sin duda merece una película para contarlas.

Canciones para el nuevo día (2130/1359): "Badlands"

Bruce Springsteen & The E Street Band - Badlands

Disco: Darkness on the Edge of Town (1978)

 

17 de enero de 2017

Crítica de cine: Silencio, de Martin Scorsese

A Martin Scorsese siempre le han preocupado la fe religiosa y sus múltiples manifestaciones. Antiguo seminarista que iba para sacerdote pero abandonó el camino (¿perdió la fe o quizá la manera de entenderla?), en su filmografía (y más allá de La última tentación de Cristo) subyace un interés por los aspectos más diversos de la religión y la propia vivencia religiosa. Quizá por ello le interesara, hace treinta años, una novela de Shusaku Endo, novelista japonés católico. El argumento de la novela traza las andanzas de dos misioneros jesuitas, Sebastião Rodrigues y Francisco Garrope, que viajan al Japón de 1640 para encontrar al padre Cristóval Ferreira, de quien cartas llegadas a Occidente dejan caer el rumor de que ha apostatado en el seno de una persecución de los cristianos japoneses (kirishitan) por parte de las autoridades del período. Las azarosas calamidades de los dos jóvenes jesuitas son relatadas a modo de diario por Rodrigues, que se verá impelido a replantearse (a la fuerza) muchas de sus creencias personales sobre la fe, la evangelización y la verdad. La novela de Endo, que ya tuvo una primera versión cinematográfica japonesa hace más de cuatro décadas, ha sido finalmente realizada por Scorsese, que no sólo asume la dirección sino también la coautoría del guion adaptado. Y el resultado es Silencio, una película densa en contenido, con un exceso de metraje, un tempo narrativo pausado… y las señas de identidad de un tipo tan personalísimo como es Martin Scorsese.

Canciones para el nuevo día (2127/1356): "Runnin'"

Pharrell Williams - Runnin'

Disco: Hidden Figures: The Album - soundtrack (2016)

 

16 de enero de 2017

Crítica de cine: La La Land, de Damien Chazelle

Damien Chazelle ha conseguido a los 31 años tocar lo más alto en Hollywood (veremos si se confirma en los Oscars de este año)…y quizá una película como La La Land (sin dudarlo me quedo con el título original y no con el demasiado explícito e innecesario La ciudad de las estrellas con el que se ha estrenado en España) no sea más que una particular captatio benevolentiae. Una película sobre Hollywood para Hollywood y hablando de las cosas que les interesa/gusta/viven la gente de Hollywood. Pero, quizá, también sea la carta de amor mejor elaborada en los últimos años sobre los sueños, la esperanza, y la necesidad de no rendirnos ante la desazón (y son tiempos complicados los actuales… y los que vienen). Una historia sobre esa Ciudad de las Estrellas, sobre los mitos actuales que la sustentan, sobre el Arte (a grandes rasgos, y si no nos ponemos demasiado cínicos respecto a si el cine que se hace actualmente en Hollywood es arte con mayúsculas). Sí, es cierto, hay un cierto ombliguismo en la historia que cuenta Chazelle, pero también un optimismo (teñido de bastantes dosis de realismo) en que el mundo (hollywoodiense o del artisteo) tiene futuro, como tiene presente y, desde luego, tiene pasado. De aquellos polvos, estos lodos; de aquel género musical de los años dorados del cine, las décadas de los años cuarenta y cincuenta, este musical de una era menos ingenua y desde luego más reacia a aceptar que en una película la gente se ponga a cantar o bailar porque sí. Pero esa es la esencia del musical y, con La La Land, Chazelle la insufla de nueva vida.

Canciones para el nuevo día (2126/1355): "Runaway"

Bon Jovi - Runaway

Disco: Bon Jovi (1984)