25 de noviembre de 2011

Crítica de cine: La Ola, de Dennis Gansel

[30-XI-2008]

¿Puede el fascismo volver en pleno siglo XXI? La pregunta no es baladí: los movimientos neonazis en Alemania siguen ahí, aletargados, pero no desaparecidos de la escena pública. En Italia hay loas al régimen fascista de Mussolini incluso desde algunas esferas del poder. En Austria ha habido personajes simpatizantes del régimen nazi al frente de alguna provincia. Y en Francia el movimiento ultra de Le Pen parece haber perdido fuelle, aunque tuvo una influencia no desdeñable en algunas elecciones presidenciales y legislativas. Pero, ¿puede volver el fascimo a nuestra sociedad actual? ¿Es posible que las masas puedan sentirse fascinadas de nuevo por la parafernalia, la ideología y los uniformes nazis? Puede que la pregunta sea exagerada, pero quizá podamos pararnos un momento a pensarlo. Y eso es lo que ha hecho Dennis Gansel en su opera prima, La Ola (Die welle). La película se basa en una novela de Todd Strasser, que recogía un hecho sucedido en una escuela estadounidense en 1967. 

Un profesor con pasado anarquista y okupa, Reiner (Jürgen Vogel), ha de tratar un tema concreto en una especie de asignatura de Educación para la Ciudadanía en un instituto de bachillerato. La Semana de los Proyectos, así se llama la experiencia docente, incluye diversos temas que tratar en clase, entre ellos anarquía y autocracia. Reiner prefiere el tema anarquista (el pasado okupa tira mucho), pero otro profesor, mayor en edad, se lo queda, y Reiner se ve obligado a desarrollar el tema de la autocracia. "¿Qué define la autocracia?", pregunta Reiner a los alumnos. Éstos son renuentes a responder: "ya no se dan las circunstancias para que haya otro Tercer Reich", dicen. Reiner no está muy convencido y decide experimentar en el aula. Que lo alumnos le llamen "señor Wenger" y se pongan en pie para hablar es un primer paso. Que den patadas en el suelo, casi marciales, para que todos vayan al mismo paso, al unísono, es otro. Que se pongan camisas blancas como uniformes, que pongan nombre al grupo (La Ola), con logo y saludo propios, va entusiasmando a los alumnos, que pensaban que la asignatura sería un rollo. Pero las cosas se van desmadrando poco a poco y sin que Reiner se dé cuenta: junto a las camisas blancas -eco de las camisas negras del fascismo de Mussolini y de las camisas pardas de las SA nazis-, el saludo -como el brazo a la romana fascista-, y el logo - que tapa otros logos y que es pintado en las paredes y los locales por toda la ciudad-, aparecen la exclusión, la violencia, la marginación de quien no forma parte del grupo o de quien critica sus métodos. 

Reiner vive la experiencia docente, pero esta experiencia ha calado en los alumnos de otra manera, en especial en algunos de ellos: no casualmente los que no tienen una familia a su alrededor (Marco) o cuyos padres "pasan" de su hijo (Tim). Los críticos con La Ola son apartados y excluidos sin piedad, incluso se les prohíbe entrar en algunos espacios del instituto (les pasa a Karo y a Mona). No importa que haya "alemanes" de nueva generación en el grupo (caso de Sinan, el turco), siempre que sean miembros de La Ola serán bien recibidos. Y todo hasta llegar a una situación límite, de la que finalmente es consciente Reiner, que intenta atajar algo que se le ha ido de las manos. 

El filme de Gansel plantea una pregunta y unas dudas: ¿es posible un regreso del fascismo? Sin embargo, banaliza las causas de una posible reinstauración, dejando de lado otras que sí son de peso. La vida en el instituto de bachillerato parece ideal, con buenas instalaciones y actividades extraescolares (waterpolo, por ejemplo). Fuera del aula, los alumnos van a fiestas, discotecas, se enamoran, se drogan, se divierten, como cualquier adolescente. ¿Qué podría llevarles a adherirse a un movimiento violento, excluyente, xenófobo y totalitario? Los totalitarismos no aparecen en situaciones de bonanza económica, de paz social o de estabilidad política. El fascismo italiano y el nazismo alemán aparecieron en momentos de crisis política, social y económica; en el caso del nazismo, la crisis económica de los primeros años 30 fue el catalizador de las masas, que apoyaron (no mayoritariamente) a un partido como el NSDAP. Aunque banaliza las causas, la película apunta con no poca profundidad a otros elementos: la seducción por pertenecer a un grupo exclusivo, especial, único. El hecho de pertenecer a La Ola es lo que marcará, durante a una semana, a algunos alumnos (Tim, sobre todo, el marginado por antonomasia). Llevar camisas blancas crea dinámica de grupo. Un saludo y un logo "molan". No son suficientes, en mi opinión, para crear una dinámica "fascista": Nike hace lo mismo con sus Air Jordan, pero no por ello diríamos que promociona el fascismo. Cargando las tintas en las formas, más que en el contenido de La Ola, es donde la película flaquea. 

Del mismo modo, Gansel no sale de un desarrollo previsible de la trama, cuyo final se apunta bastante antes de que termine el metraje. En ese sentido, en una estructura algo acartonada, es donde la película flojea. En cambio, en el desarrollo de La Ola como grupo, de las experiencias de los alumnos, dentro y fuera del aula, incluso de los críticos del mismo, es donde Gansel consigue convencer. Del mismo modo que en American History X o en Battle Royale se apuntaba una crítica a los totalitarismos y el darwinismo social exacerbado, en La Ola Gansel consigue que el espectador reflexione, aunque sea por un momento. 

El final, la última secuencia, es simplona y ataca donde quizá no debiera, cargando las tintas sobre un personaje en concreto, y dejando a los demás (que son lo que son... y no sigo, ved la película) sin ninguna responsabilidad... siendo justamente lo que son. En definitiva, una interesante película, muy en boga actualmente con temas como el olvido, la memoria histórica y el lugar de los totalitarismos en la historia y en la educación.

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