5 de mayo de 2012

Crítica de cine: Martha Marcy May Marlene, de Sean Durkin


Una chica huyendo al amanecer de una granja en medio del bosque. El miedo persiguiéndola. Un encuentro indeseado en una cantina. Una llamada a una hermana a la que no se ha visto en años; el miedo se apodera de ella, casi cuelga. Pero llega el rescate. Un nuevo hogar. Un lugar a salvo... a priori. Una hermana y un cuñado que son prácticamente desconocidos. Y un reset mental que no es tan fácil. Es lo que tienen las sectas: quiebran tu voluntad, rompen con tu pasado, inventan un presente que obliga a abandonar costumbres, deseos y libertades que ya no son deseables. La inmersión en un grupo, la pérdida de identidad (de Martha a Marcy May, y si te llaman del exterior entonces Marlene y siguiendo un ritual), el individuo ya no cuenta. Palabras que no significan nada para convencer ("depuración", "toxinas", "maestra y líder", "la muerte es puro amor"), actitudes que hay que convertir en naturales, ritos de iniciación que no son ritos (son otra cosa...). Y una vez atrapada en un ambiente casi bucólico, la cruda realidad. Y entonces ya es tarde.

Esta película va de como desengancharse de una secta y de como empezar de nuvo a vivir. Pero paralelo a ese proceso está, en el montaje de Sean Durkin, la historia de cómo entrar en esa secta, del proceso de alienación y de, a la postre, criminalización. El espectador se siente incómodo ante una historia que no se narra con ánimo morboso ni de hueca denuncia. Hay muchos vacíos en esta película, desde los orígenes no explicados de por qué Martha cae en la secta a un final muy abierto y, a la postre, muy inquietante. Durkin nos lleva paulatinamente a un horror que no trata de impactar de un modo fácil... pero lo consigue de un modo sutil. Martha/Marcy May/Marlene es consciente de que tiene un problema, pero no lo puede explicar, es incapaz. Las identidades pasadas/inventadas/impuestas juegan en su contra. Del mismo modo que una relación familiar en la que falla lo esencial: la comunicación. 

Encontrará el espectador referencias a sectas como la de Charles Manson, la de David Koresh en Waco o incluso la perversión en la utilización del mensaje ecologista de Thoreau en Walden. Pero lo que más le sorprenderá es la actitud de los miembros de la misma. 

Película para reflexionar, sobre todo. Para observar y sentir. Quizá no para disfrutar.

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