27 de agosto de 2012

Crítica de cine: Expiación, de Joe Wright

[14-I-2008]

Aunque fui a la sala de cine con reservas, esperando encontrar un melodrama de muy señor mío, no fue así, me sorprendió, y gratamente, lo cual me alegra doblemente. Hace dos años, Joe Wright nos ofreció una deliciosa puesta en escena de la mejor novela de Jane Austen, Orgullo y prejuicio. Contribuyó al buen resultado de la película un reparto en el que destacaron, sobre todo, Keira Knightley, Donald Sutherland y Brenda Blethyn. Y hete aquí que ahora nos llega la versión cinematográfica de una de las novelas de ese baluarte de la literatura británica actual que es Ian McEwan. También con Knightley y Blethyn en el elenco interpretativo. Y otra vez Wright nos regala una excelente muestra de buen cine.

Como El paciente inglés de Anthony Minghella (que aquí tiene un breve cameo), Expiación es una historia de pasión en un mundo que se desmorona. Si en la película de Minghella se tratraba del África que cae en manos de los alemanes, aquí se trata, en la segunda parte de la película, de Dunkerque y la retirada británica del continente en junio de 1940. Y con una pasional historia, mucho más dramática y de imprevisibles consecuencias. 

Briony Tallis, la hija pequeña de una adinerada familia británica de mediados de los años treinta, acusa a Robbie Turner (James McAavoy), el hijo del ama de llaves (Blethyn), de un crímen que no ha cometido. Los celos por la relación de Robbie con su hermana Cecilia (Knightley), le empujan a una denuncia que causará una catástrofe familiar y personal. Posteriormente, ya en plena segunda guerra mundial, Briony, metida a enfermera, tratará de expiar su error, del que se arrepiente obsesivamente. Las actrices que interpretan a Briony en sus diversas etapas (Saoirse Ronan, Romola Garai y la veterana Vanessa Redgrave, impresionante en su breve papel) llenan la pantalla, así como McAvoy y Knightley.

La película se estructura en dos partes, destacando sobre todo la primera, que muestra la relación entre Robbie y Cecilia. Una relación pasional, que va más allá del amor, y que Wrighty nos muestra a través de los ojos de Briony, de manera muy subjetiva, y a través de las vivencias de ambos amantes. El hecho que desencadena el arresto de Robbie dará paso a una segunda etapa del filme, en el que Robbie, en medio de la retirada británica de Francia tras la invasión alemana, tratará por todos los medios de volver junto a Cecilia. El personaje de Briony es el centro de esta película. Se nos muestra a través de tres etapas de su vida: adolescencia, primera juventud y en la ancianidad, en el presente. La expiación por el error cometido será el leitmotiv del personaje de Briony, que deberá pasar su vía crucis para resolver una situación por ella creada.

Como en Orgullo y prejuicio, Wright vuelve a usar el travelling de cámara, en esta ocasión con un uso magistral en la secuencia del campamento británico en Dunkerque. Junto a este juego de cámaras, la música de Dario Marianelli, soberbia, consigue dotar al filme de un dramatismo visual y musical, en el que los diálogos a veces sobran ante el poder de la imagen y las notas de un piano. Marianelli, ganador del Globo de Oro en este 2008 por su partitura, sin duda se perfila como uno de los favoritos para el Oscar a la mejor banda sonora, con una música íntima pero con fuerza, emotiva pero con carácter. Desde luego, en los últimos años contamos con una excelente nueva generación de compositores (Michael Giacchino, Gustavo Santaolalla, Alexandre Desplat, Alberto Iglesias), que no están ofreciendo excepcionales partituras.

En fin, una película más que recomendable, llamada a conseguir numerosas nominaciones en los Oscars de este año. Una buena película, fiel reflejo de la novela de McEwan, que todo amante del cine debería visionar.

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