22 de agosto de 2012

Crítica de cine: Il Divo, de Paolo Sorrentino

[19-XII-2008]

Anoche la visioné. Entre los muchos sobrenombres que se ha ganado Giulio Andreotti (1919) a lo largo de su carrera política comop destacado líder de Democrazia Cristiana, Paolo Sorrentino ha escogido éste para titular su película: una muestra de cine político, de denuncia y de biopic a un mismo tiempo sobre la figura de Andreotti. Con todo, el guionista y director ha seleccionado un momento determinado: los años 1989-1992, el séptimo y último gobierno de Andreotti. Un período en el que se destaparon numerosos casos de corrupción (precedente de Manos Limpias) y que lastraron ya de por sí la carrera política de un Andreotti que, desde 1991, es senador vitalicio.

La película arranca con un remedo de glosario en el que se mencionan algunas de las hazañas de Andreotti: su negativa a negociar con las Brigadas Rojas, que secuestraron y asesinaron a Aldo Moro, colega de partido y también primer ministro; su pertenencia a la logia P2, por la que asimismo pasó Berlusconi; sus contactos con Cosa Nostra (caso de Toto Riina, por ejemplo), que él siempre negó a pesar de todas las sospechas fundadas; sus implicaciones en el caso Targentopoli, que fue la chispa de la caída de numerosos políticos, acusados y condenados por corrupción, etc. 

A partir de aquí, Sorrentino nos muestra a un Andreotti que raya lo bufonesco, con un tono a lo Commedia dell'Arte que empaña toda la película. Y digo que empaña pues el tono enmascara la principal carencia del filme: un hilo conductivo. Falta un desarrollo más lineal, en el que las "proezas" de Andreotti, que Sorrentino muestra, casi vomita, encajen mejor. Porque nos quedamos con el retrato adusto, encorvado, casi patético de un Andreotti que no duda en afirmar que "el mal es necesario para preservar el bien", que es capaz de aliarse con la Mafia con tal de mantener un régimen, el italiano de la segunda mitad del siglo XX, que carecía de la más mínima estabilidad. Más allá de esa recopilación de nombres, fechas y asesinatos, la película necesita de un discurso narrativo que mantenga al espectador pendiente de una historia que le suena (o al menos nos suena a los que tenemos más de 30 años). Porque, si no, la película se queda en un mero retrato dle personaje.

Y eso es lo que sucede. El subtítulo de la película, La straordinaria vita di Giulio Andreotti, se le queda grande. Tangencialmente conocemos algunos hechos de la vida de Andreotti, entre los que destaca el fantasma de Aldo Moro, que, como Erinia, viene a fustigar los recuerdos de Andreotti en su vejez (su larga vejez...). Más allá de eso, se nos muestran los contactos del político con destacados capos mafiosos, como Riina (detenido en 1992), su implicación en el asesinato de periodistas en los años 80 o su alargada mano (quién sabe...) en el atentado contra el magistrado Giovanni Falcone, también en 1992, ya al final de su último gobierno. Se nos muestra también a sus colaboradores (la Corriente), que trató de aupar a Andreotti a la Presidencia de la República, un cargo de elección indirecta (elegido por el Parlamento) al que finalmente accedió su correligionario Oscar Luigi Scalfaro entre 1992 y 1999 como sucesor de Francesco Cossiga, también perteneciente a la DC y que también pudo y no quiso negociar la liberación de Aldo Moro.

Son este tipo de detalles de corte ya plenamente histórico los que trufan un relato irregular en su ritmo, aunque atractivo en todo lo que va aportando. Como una buena crónica periodística, Sorrentino ofrece datos, pero son tantos que parecen desbordar su "crónica" cinematográfica y, por ello, el resultado final se resiente.

Con todo, hay que decir que el producto final es sólido, a pesar de sus deficiencias, e interesante. Recomendable para aquellos que sean seguidores del cine político y para quien tenga cierta memoria histórica. Y sobre todo para los que quedan fascinados ante la idea de un Andreotti que ha salido indemne de todos los procesos judiciales por los que fue encausado, a pesar de las numerosas pruebas de sus delitos y faltas.

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