30 de septiembre de 2016

Efemérides historizadas (XXVII): 30 de septiembre de 1399 - deposición de Ricardo II de Inglaterra y proclamación de Enrique IV

Un 30 de septiembre de 1399 Enrique de Bolingbroke, duque de Lancaster, fue proclamado rey de Inglaterra como Enrique IV, tras deponer el Parlamento a su primo, Ricardo II, que fue recluido en prisión y asesinado en extrañas circunstancias en febrero de 1400. Todo empezó con un desafío, en la más medieval tradición del torneo, y en la que medió el rey Ricardo II. Enrique era hijo de Juan de Gante, primer duque de Lancaster, y Ricardo de Burdeos era hijo de Eduardo, conocido como el ‘Príncipe Negro’, hermano de Juan y heredero del trono del padre de ambos, Eduardo III. La muerte de este “oscuro príncipe” en 1376 dejó a Ricardo como heredero del trono que ocuparía al morir el anciano rey un año después. Se inició una regencia (de hecho, aunque formalmente no de nombre), pues Ricardo tenía diez años de edad, en manos de Juan de Gante. Ricardo y Enrique tenían la misma edad y se educaron juntos, aunque sus caminos no estaban destinados a converger… a priori. La nobleza inglesa se opuso al poder de Lancaster y Ricardo, con 14 años de edad, dio por finalizada su minoría de edad en 1381 e inició su reinado ‘de facto’ con una política de asunción de todo el poder en sus manos y en contra de los grandes señores feudales (como su tío Juan de Gante), siendo una de las causas de su caída como monarca casi dos décadas después.

Fotograma de Richard II, primer episodio de The Hollow Crown
(BBC, 2012): deposición de Ricardo (Ben Whishaw) ante Bolingbroke
(Rory Kinnean) [vídeo].
La obra teatral de William Shakespeare, Ricardo II, nos ha dejado la imagen de Ricardo como un rey voluble y débil, aunque autoritario y dispuesto a no ceder ni un milímetro de su poder y majestad. La realidad histórica nos muestra a un Ricardo razonablemente buen rey hasta 1397, que es cuando se dice que empezó su “tiranía”. Hasta entonces, Enrique, llamado Bolingbroke por el castillo en el que nació, participó en varias campañas foráneas y peregrinó a Jerusalén en 1392. La relación con su prima fue compleja: a un primer desencuentro, a causa de la oposición de los nobles contra la “regencia” de su padre, lo cual le enfrentó al joven rey, siguió la crisis que acabaría con el reinado de Ricardo. Thomas de Mowbray, duque de Norfolk (y pariente lejano), acusó a Enrique de no obedecer a Ricaardo y, por tanto, de traición. Se impuso un duelo entre ambos, con el rey como mediador. Cuando se inició el combate, Ricardo detuvo la acción y, dejándose llevar por su caprichosa (y “tiránica” en la mentalidad de la época) autoridad y condenó a ambos duelistas al exilio. Juan de Gante apeló a la justicia real en nombre de su hijo, pero Ricardo sólo accedió a reducir el exilio de Enrique a seis años. 

Retrato de Ricardo II, abadía de Westminster
en Londres, mediados de la década de 1390.

En realidad se estaba forjando un movimiento en contra de Ricardo, con parte de la nobleza y los Comunes en contra de un comportamiento que para muchos (en aquellos años) se asemejaba a la locura. Las extravagancias de Ricardo tampoco ayudaban. Las cosas se complicaron tras la muerte de Juan de Gante en 1399 y la decisión de Ricardo anular su testamento: sus bienes no fueron entregados al exiliado Enrique, sino que el rey mantuvo la posesión. ¿Otro acto tiránico? Sea como fuere, el movimiento contra Ricardo encontró en Enrique su adalid, que a su vez se apoyó en Thomas Arundel arzobispo de Canterbury y también exiliado (por haberse también opuesto al comportamiento de Ricardo años atrás). Mientras Ricardo estaba en Irlanda, en una campaña militar para afianzar su poder, Enrique y Arundel regresaron a Inglaterra, y el ya segundo duque de Lancaster inició una feroz guerra contra sus enemigos y los aliados del rey, confiscando sus tierras (ya que el rey había retenido sus bienes). Ricardo regresó a Inglaterra para encontrarse que, con el apoyo de Arundel, Enrique había conseguido del Parlamento. Capturado por Enrique, Ricardo fue encerrado en la Torre de Londres y a finales de septiembre de ese año fue acusado de diversos cargos, entre ellos el haber gobernado Inglaterra sin el Parlamento y el haber ordenado la ejecución de algunos nobles, forzándole por ello a renunciar al trono, que pasó a su primo Enrique de Bolingbroke, ahora rey Enrique IV, el primero de la casa lancasteriana; su coronación como tal tuvo lugar dos semanas después. Recluido en el castillo de Pontrefact, Ricardo fue asesinado en febrero de 1400, se dice que a instancias de un temeroso Enrique IV que, sin embargo, negó la mayor y castigó al asesino de su predecesor. Le acompañaría, sin embargo, la culpa por haber provocado la muerte de su primo. 

Imagen de Richard II (Royal Shakespeare Company, 2013): Ricardo (David
Tennant) "cede" la corona a su primo Bolingbroke (Nigel Lindsay) [vídeo].
La consecuencia de la deposición de Ricardo II fue la llegada de un rey joven pero firme, dispuesto a gobernar “sabiamente” y con el apoyo del Parlamento, al mismo tiempo que a reanudar la guerra contra Francia y a reivindicar, otra vez, el trono francés, como hiciera su abuelo Eduardo III cincuenta años atrás. Ricardo había mantenido una relación amistosa con Francia e incluso rubricó una alianza matrimonial al casarse con Isabel, hija del (este sí) enajenado Carlos VII. Enrique IV rompió los acuerdos con el país vecino y preparó el camino para una nueva campaña sobre suelo francés. Pero los primeros años de su reinado estuvieron dedicados a sofocar a la nobleza partidaria de Ricardo y, más adelante, la revuelta de sus otrora aliados los Percy (que Shakespeare narra en sus dos partes de Enrique IV, obras teatrales que junto a Ricardo II y Enrique V conforman la Henriad, o primera tetralogía de obras históricas… aunque fuera escrita después de la segunda Henriad u obras dedicadas a la Guerra de las Dos Rosas). El Bardo muestra también al joven Enrique V (el príncipe Hal en las dos partes de Enrique IV), sucesor del primer rey Lancaster y “heredero” también de la culpa (y la sospecha) por la muerte de Ricardo, hasta el punto de que trasladaría sus restos a la Abadía de Westminster como uno de sus primeros actos como soberano. Es elocuente, a su vez, el soliloquio de Enrique en la víspera de la batalla de Agincourt (octubre de 1415):
«¡Oh, no te acuerdes hoy de la falta
Que cometió mi padre al usurpar la corona!
El cuerpo de Ricardo hice enterrar de nuevo,
Y sobre él he derramado más lágrimas contritas
Que gotas de sangre salieron de él por la violencia.
A quinientos pobres sostengo pagos todo el año
Para que dos veces al día eleven las manos marchitas
Al cielo para pedir perdón por su sangre. Y he levantado
Cos capillas donde los tristes y solemnes curas
Cantan aún por el alma de Ricardo. Haré aún más,
Aunque todo cuanto puedo hacer de nada vale
Si a todo ello mi penitencia no se añade
Implorando perdón.»
Enrique V, acto IV, escena I; traducción de Delia Pasini, Editorial Losada, 2009.
Lectura recomendada: por supuesto, y tratándose de un personaje tan shakesperiano, no puedo dejar de recomendar Ricardo II, en la edición de Manuel Ángel Conejero-Tomás Dionís-Bayer y el Instituto Shakespeare (Cátedra). Y, además, la versión televisiva de la obra a cargo de la BBC y que constituye el primer episodio de The Hollow Crown (2012), con Ben Whishaw como Ricardo II, Rory Kinnear como Enrique Bolingbroke y Patrick Stewart como Juan de Gante.
Ficha del libro.
Ficha del DVD de The Hollow Crown en Amazon.

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