21 de abril de 2016

Reseña de El exilio interior: la vida de María Moliner, de Inmaculada de la Fuente

«María Moliner –para decirlo del modo más corto– hizo una proeza con muy pocos precedentes: escribió sola, en su casa, con su propia mano, el diccionario más completo, más útil, más acucioso y más divertido de la lengua castellana. Se llama Diccionario de uso del español, tiene dos tomos de casi 3.000 páginas en total, que pesan tres kilos, y viene a ser, en consecuencia, más de dos veces más largo que el de la Real Academia de la Lengua, y –a mi juicio– más de dos veces mejor. María Moliner lo escribió en las horas que le dejaba libre su empleo de bibliotecaria, y el que ella consideraba su verdadero oficio: remendar calcetines. Uno de sus hijos, a quien le preguntaron hace poco cuántos hermanos tenía, contestó: “Dos varones, una hembra y el diccionario”».
Gabriel García Márquez, artículo en El País, 10 de febrero de 1981.
Todos habremos consultado en alguna ocasión el Diccionario de María Moliner (Gredos, 1ª edición, 1966-1967). En ocasiones, más que consultar, que es lo que solemos hacer con un diccionario, habremos leído algunos de sus artículos. Y remarco bien lo de leer, porque es un libro de referencia muy legible. Se lee con soltura, se paladean muchos de sus artículos, la consulta se queda corta, nos empapamos de una erudición puesta al servicio de aquellos que utilizan el español como una lengua de trabajo. Es el resultado del empeño de una lexicógrafa por vocación y archivera y bibliotecaria de profesión por mostrar su particular amor por la lengua española. Fue tal su éxito, y sigue siéndolo, su impronta en la cultura española, su perdurable huella, que cuando pensamos en él no lo llamamos el Diccionario de Uso del Español, sino el María Moliner. Y, sin embargo, no es sólo un Diccionario: es la obra que jalona el exilio interior de una mujer: María Juana Moliner Ruiz (Paniza, 1900–Madrid, 1981).

Canciones para el nuevo día (1934/1163): "Mustang Sally"

The Commitments - Mustang Sally

Disco: The Commitments - soundtrack (1991)




 

18 de abril de 2016

Reseña de España. Centro del mundo, 1519-1682, de Robert Goodwin

Este es un libro concebido para un lector anglosajón (algo «perezoso»), pero que lectores hispanos también pueden disfrutar; un libro sobre la España de los siglos XVI y XVII –estrictamente, entre 1519 y 1665, que el autor alarga en el epílogo de su obra hasta 1682, fecha de la muerte del pintor Bartolomé Esteban Murillo –, el período que suele conocerse como el Siglo de Oro de las artes y la literatura española. Un siglo y medio de expansión y dominio (y a la postre de fracaso) de la Monarquía Hispánica en el mundo (occidental) y también de esplendor en las artes y las letras: de Garcilaso de la Vega a Cervantes y Góngora, del Greco a Velázquez, Zurbarán y Murillo; de la gloria en Carlos V a la «burocratización» de Felipe II como rey burócrata en el Quinientos, y de un valido corrupto, el duque de Lerma, a otro, obsesivo en el control del acceso a la figura real, el conde-duque de Olivares, como manos derecha de sus respectivos monarcas en el Seiscientos. Un libro que aúna política, instituciones y asuntos económicos, así como los aspectos militares, con otros muchos relacionados con la poesía, el teatro, la novela, la pintura, la escultura y la construcción arquitectónica (del Escorial con Felipe II al palacio del Buen Retiro con su nieto Felipe IV).

Canciones para el nuevo día (1931/1160): "Piano Man"

Billy Joel - Piano Man

 Disco: Piano Man (1973)



17 de abril de 2016

Crítica de cine: Victor Frankenstein, de Paul MacGuigan

Crítica publicada previamente en Fantasymundo.
«Ya conocen la historia. El chasquido de un relámpago. Un genio loco. Una sacrílega creación. El mundo, desde luego, recuerda al monstruo, no al hombre. Pero a veces, cuando se mira más detenidamente, hay algo más que un relato. A veces, el monstruo es el hombre». 
La historia de Victor Frankenstein y la creación de un hombre a partir de despojos de cadáveres es quizá una de las más conocidas de la literatura de terror. Mary Shelley escribió una novela sobre los peligros de una ciencia desbocada sin moral ni ética, sobre un científico que se equipara a Dios en cuanto a dar la vida, o en la visión de Shelley al titán Prometeo, que robó el fuego sagrado para entregarlo a los hombres. El cine pronto se hizo eco de la novela gótica, destacando (entre el casi centenar de adaptaciones realizadas) las versiones de James Whale en los años treinta del pasado siglo XX –Frankenstein y La novia de Frankenstein–, con Boris Karloff como la criatura (y Elsa Lanchester como su futura novia); de Terence Fisher y la Hammer en La maldición de Frankenstein (1957), protagonizada por Peter Cushing (el científico) y Christopher Lee (la criatura); de Mel Brooks desde la parodia en El jovencito de Frankenstein (1974), con Gene Wilder como el doctor Frankenstein («se pronuncia Fronkonsteen»), Peter Boyle como la criatura, Cloris Lechman como Frau Blücher (y los caballos relinchan) y, cómo no, Marty Feldman como el asistente de Frankenstein, el jorobado Igor («no, se pronuncia Aigor»); o de Kenneth Branagh, desde la fidelidad al relato original, en Frankenstein de Mary Shelley (1994). Llega ahora a nuestras pantallas otraadaptación más, Victor Frankenstein (Paul MacGuigan, 2015), que sitúa la trama en plena era victoriana y focaliza el punto de vista no tanto en el genio loco o en la criatura, sino en el ayudante que alcanza su redención: Igor.

10 de abril de 2016

Crítica de cine: Julieta, de Pedro Almodóvar

El cine de Pedro Almodóvar siempre me interesa. Podrán ser mejores o peores, pero sé que cuando se estrena uno de sus filmes alli estaré yo, en la sala de cine, dispuesto a beberme lo que me ofrezca. Y unas veces será algo fresco y espumoso, otras con más cuerpo y sabor intenso, que bebes en sorbos que paladeas con tranquilidad, percibiendo efluvios y notas muy diversas. Es raro que una película de Almodóvar deje indiferente, para bien o para mal. Dejando a un lado la pátina del creador a veces atormentado (y pagado de sí mismo) que suele gastarse, su manera de hacer cine ha mejorado con los años (y no es que fuera mala la que tenía en los ochenta, por ejemplo), se ha sabido adaptar a sus propios ciclos vitales y se nutre de referencias e imágenes que denotan a quien se ha curtido con el paso de los años, ha bebido mucho de aquí y allí, y busca no adormecerse en los laureles (aunque a veces lo parezca). Personalmente, prefiero al Almodóvar de la primera década del siglo XXI que al de los años noventa del XX (y, en este caso, infinitamente más al de los años ochenta): un escritor y director más maduro, con películas más propias de alguien que ya no busca la provocación o el exceso visual (e incluso conceptual). Hable con ella (2002), más que Todo sobre mi madre (1999); La mala educación (2004), especialmente Volver (2006), más que Los abrazos rotos (2009) o La piel que habito (2011), son fascinantes apuestas narrativas y visuales. Dejaremos a un lado Los amantes pasajeros (2013), un interludio festivo muy pobre en desarrollo e intenciones. Julieta (2016), por tanto, su última película y que nos devuelve al Almodóvar intenso de las películas citadas, tenía muchos números para reencontrarme con ese Almodóvar que me gusta. Pero me he quedado, más bien, desconcertado.